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Prisioneros de Augusto Pinochet eran atormentados con música, pero aun así encontraban consuelo en ella, revela un nuevo libro

Book Announcement

University of Cambridge

Manuel Flores

image: 'Manuel Flores', acuarela de Francisco Aedo Carrasco (Chacabuco, 1974) view more 

Credit: Fondo María Cristina González Benedetti. Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

Comunicado de prensa. Universidad de Cambridge

 

Prisioneros de Augusto Pinochet eran atormentados con música, pero aun así encontraban consuelo en ella, revela un nuevo libro

 

BAJO ESTRICTO EMBARGO HASTA LAS 19:01 EE. UU. (ET) DEL JUEVES 18 DE DICIEMBRE DE 2025 / 00:01 AM (HORA DEL REINO UNIDO, VIERNES 19 DE DICIEMBRE DE 2025)

 

110 años después del nacimiento de Augusto Pinochet, Chile acaba de elegir a un nuevo presidente de extrema derecha, José Antonio Kast, quien ha elogiado el legado del dictador. Al mismo tiempo, un nuevo libro expone las brutales y sensibles realidades del presidio político durante la dictadura (1973–1990) a través del poder de la música.

 

Music and Political Imprisonment in Pinochet's Chile (Música y presidio político en el Chile de Pinochet), de Katia Chornik, PhD, ha sido publicado por Oxford University Press.

Chornik creció en la diáspora chilena, ya que sus padres fueron presos políticos y exiliados durante el régimen de Pinochet. Tomó conocimiento de los horrores de los centros de detención al mudarse a Chile en su adolescencia en la década de 1990. Supo que sus padres habían sido encarcelados en un centro de tortura de Santiago conocido como Venda Sexy y La Discoteque, debido a la violencia sexual y la música a todo volumen a la que se sometía a prisioneras y prisioneros, siempre con los ojos vendados.

Investigadora asociada al Centro de Estudios Latinoamericanos de Cambridge, Chornik ha entrevistado a decenas de sobrevivientes, así como a antiguos guardias de centros de detención política y tortura, y a perpetradores de las altas esferas de la dictadura chilena.

 

Sobrevivir al terror: memorias de vida, muerte y música

 

En 1975, Ana María Jiménez, profesora de música y pianista, fue detenida y trasladada al centro de tortura y detención de Villa Grimaldi, ubicado en el oeste de Santiago. Allí, según contó a Chornik, la obligaban a escuchar música grabada: “Tú vivías una permanente sesión de tortura porque si no te estaban torturando a ti, estabas escuchando la tortura a los otros, que era muy insoportable. Y la música sonando todo el tiempo.”

Una de las canciones que Jiménez escuchaba con frecuencia era “Gigi el amoroso”, popularizada por la cantante ítalo-francesa Dalida. Su letra narra la historia de Gigi, un seductor empedernido.

Jiménez recuerda: “Cuando llegaban a torturar, decían: “Ya viene Gigi el amoroso”. Cantaban la canción y les encantaba sentir que ellos eran Gigi el amoroso. Ponían esa canción a todo volumen mientras torturaban”. Pero Chornik descubrió que el uso que los agentes hacían de esta canción era aún más siniestro, ya que reutilizaban la palabra “gigí”, que en la jerga de los torturadores significaba el aparato para administrar descargas eléctricas a los prisioneros.

Además de documentar el uso de la música como fondo para la tortura, Chornik destaca que prisioneras y prisioneros encontraban consuelo, valor y esperanza en las canciones, y montaban actos de resistencia musical.

En una ocasión, Ana María Jiménez cantó para consolar a un compañero de prisión que estaba bajo régimen de incomunicación tras una brutal sesión de tortura. Eligió cantar “Zamba para no morir”, una canción popularizada por la cantante argentina Mercedes Sosa. “Veía que a todas compañeras les caían las lágrimas”, recuerda Jiménez. La agente de Villa Grimaldi la detuvo bruscamente y la increpó por sobrepasarse con “cancioncitas políticas”. Jiménez se negó a obedecer y por ello fue obligada a pasar la noche bajo la lluvia. Más tarde, se enteró de que su canto fue lo último que oyó su compañero de presidio antes de morir.

En otro campo, Jiménez impartió talleres de música y fundó y dirigió un coro de prisioneras. Cuarenta años después de su encarcelamiento, revivió el coro, una historia que Chornik detalla en el libro.

Luis Cifuentes, preso político recluido en el Estadio Nacional, escuchaba “Morning has broken” de Cat Stevens en un aparato de radio que circulaba secretamente en los vestuarios. La canción le ayudaba a armarse de valor para las inminentes sesiones de tortura. “Tenía una obsesión por “Morning has broken”, dice, “me tranquilizaba”.

En 1975, una joven pareja, Carmen Espinoza y César Montiel, fue detenida en el centro de tortura y exterminio Colonia Dignidad, en el sur de Chile, fundada por fugitivos nazis. Un hombre que Espinoza y Montiel identificaron como guardia les cantaba repetidamente la canción “A flor de piel” de Julio Iglesias. Esta canción de amor era especial para ellos antes de su detención y todavía les trae buenos recuerdos de su juventud, a pesar de lo que vivieron en Colonia Dignidad.

El propio Julio Iglesias intentó actuar en la Cárcel de Valparaíso en febrero de 1975. Como revela Chornik en el libro, la actuación no salió según lo previsto. Iglesias fue abucheado cuando se dirigió a los presos y tuvo que marcharse sin cantar.

Chornik se propuso explorar los recuerdos de diferentes tipos de personas, no solo aquellas que estuvieron detenidas. María Fedora Peña describe el haber encontrado una melodía escrita por su padre en un trozo de papel, usando fósforos quemados cuando estaba incomunicado. En septiembre de 1973, Jorge Peña Hen – un reconocido compositor, director de orquesta y pedagogo – fue detenido en la Cárcel de La Serena, al norte del país, y poco después de escribir esta melodía, fue asesinado por la Caravana de la Muerte, un escuadrón de la muerte. Su hija recuerda: “En la inconmensurable soledad universal, ultrajado y desamparado en el encierro de la sin razón. Y en medio de esa nada, al hombre histórico exaltando a la vida.”

 

El perpetrador: Álvaro Corbalán

 

Chornik entrevistó a Álvaro Corbalán en el Penal Punta Peuco, cerca de Santiago, donde cumple condena por la desaparición y el asesinato de decenas de opositores políticos. Corbalán es el antiguo Jefe de Operaciones de la policía secreta CNI y Comandante del Cuartel Borgoño, uno de los centros de tortura más notorios de la dictadura. También es un prolífico cantautor y aún se las arregla para compartir en redes sociales las grabaciones de sus canciones, realizadas en contra de las normas de los recintos penitenciarios.

“La música fue parte de la violencia y la capacidad de los agentes de apreciar, escribir e interpretar música no disminuye la gravedad de sus acciones”, afirma Chornik. “Me opongo firmemente a la idea de que el lado “humano” de los perpetradores sea una invitación a la redención o al perdón”.

Corbalán evitó hablar del uso de la música en los recintos donde operaba, pero reveló a Chornik que la guitarra que todavía toca fue un regalo personal del General Jorge Rafael Videla cuando encabezaba la Junta Militar de Gobierno en Argentina.

“Corbalán dijo que recibió la guitarra durante un viaje de trabajo a Buenos Aires. El lugar, la época y las personas involucradas sugieren que Corbalán podría haber jugado un rol en la Operación Cóndor”, afirma Chornik.

La Operación Cóndor fue un programa secreto de cooperación entre los servicios de inteligencia sudamericanos, apoyado por la CIA. Chile, junto con Paraguay, Bolivia, Brasil, Uruguay y Argentina, fueron los principales miembros de esta red. Este mes de noviembre se cumplieron 50 años de la creación formal de la Operación Cóndor. Los agentes Cóndor llevaron a cabo desapariciones encubiertas, torturas y ejecuciones extrajudiciales en distintos países. Escuadrones de la muerte también tuvieron como objetivo a figuras destacadas de la oposición exiliadas en América Latina, Europa y Estados Unidos.

Chornik ha tardado una década en escribir este libro y siente que era una cuestión de “ahora o nunca”. “Muchos de los sobrevivientes ya han fallecido”, afirma Chornik. “Sentí la urgencia de registrar sus experiencias antes de que fuese demasiado tarde”.

 

Educar a través de la memoria

 

En 2015, Katia Chornik fundó Cantos Cautivos, una aclamada plataforma digital que ha recopilado 168 testimonios de experiencias musicales en centros de detención política en el Chile de Pinochet. Actualmente colabora con la UNESCO en un proyecto del programa Educación para la Ciudadanía Mundial, que llevará materiales educativos desarrollados a partir del archivo Cantos Cautivos a las aulas de América Latina y el Caribe.

No es habitual que los Presidentes escriban prólogos de libros, pero el de Chornik comienza con las palabras enfáticas de Michelle Bachelet Jeria, ex Presidenta de Chile y ahora candidata a Secretaria General de la ONU

“Para Chile, este trabajo sirve de herramienta vital para profundizar el entendimiento de nuestra historia y reforzar nuestro compromiso permanente con la justicia y los derechos humanos. Sin embargo, su relevancia se extiende mucho más allá de nuestras fronteras... De cara al futuro, dejémonos inspirar por el coraje y la creatividad de aquellos y aquellas que resistieron la represión a través de la música. Sus historias nos recuerdan el poder perdurable del arte y la humanidad para confrontar incluso las fuerzas más oscuras.”

 

Referencia

Katia Chornik, Music and Political Imprisonment in Pinochet’s Chile (Oxford University Press, 2025) ISBN en línea: 9780190052294 / ISBN impreso: 9780190052263

 

Notas para editores

*En 2004, una comisión de verdad creada por el Estado chileno reconoció 1.132 centros de prisión política y tortura que operaron durante la dictadura de Pinochet, incluidas casas clandestinas, campos de prisioneros, estadios, prisiones y comisarías.

 

Contactos

Tom Almeroth-Williams, Communications Manager (Research), University of Cambridge: tom.williams@admin.cam.ac.uk / tel: +44 (0) 7540 139 444

Katia Chornik, University of Cambridge: kmc59@cam.ac.u


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