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Un estudio reúne datos sobre 958 tipos de aguavivas sudamericanas

Este censo, considerado el más vasto del mundo para este grupo de animales, salió publicado en la revista Zootaxa

Peer-Reviewed Publication

Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo

The Subphylum Medusozoa

image: The subphylum Medusozoa, that comprises five classes: Cubozoa, Scyphozoa, Staurozoa, Hydrozoa, and the recently included Myxozoa. view more 

Credit: Cebimar/USP

Las medusas o aguavivas componen un grupo de animales acuáticos bastante diverso. Pueden medir menos de un milímetro o más de un metro de diámetro, y poseer largos tentáculos con posibilidades de extenderse más de 10 metros. Son de distintos colores y variadas formas. Algunas son bioluminiscentes; otras, en tanto, son extremadamente venenosas. Hay especies que parecen delicadas flores que echan raíces en el fondo del océano, pero se revelan predadoras voraces cuando se acercan a ellas pequeños crustáceos o larvas de peces. En común, aparte de sus cuerpos gelatinosos, las une su belleza y el misterio que las envuelve.

Información detallada sobre 958 tipos morfológicos distintos de aguavivas que habitan en las costas sudamericanas -tanto del lado del Atlántico como del lado del Pacífico- aparece reunida en un censo publicado en la revista Zootaxa, la más importante del área de taxonomía zoológica.

En este estudio trabajaron científicos de Argentina, Chile, Perú, Colombia y Uruguay bajo la coordinación de los brasileños Antonio Carlos Marques, docente del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP), y Otto Muller Patrão de Oliveira, profesor de la Universidad Federal del ABC (UFABC).

La investigación se llevó a cabo en el marco del Proyecto Temático intitulado "Las dimensiones de la vida marina: patrones y procesos de diversificación en cnidarios planctónicos y bentónicos", coordinado por Marques y vinculado al Programa de Investigaciones en Caracterización, Conservación, Restauración y Uso Sostenible de la Biodiversidad del Estado de São Paulo (BIOTA-FAPESP).

"La compilación que aparece en el artículo incluye animales pertenecientes al filo Ctenophora, donde se ubican aguavivas cuyo parentesco con otros grupos animales resulta dudoso, y al filo Cnidaria, que comprende a las hidras, las medusas, los corales y las anémonas de mar. Sin embargo, de este último se incluyeron únicamente las especies del subfilo Medusozoa, que son aquéllas que poseen la fase de medusa en su ciclo de vida", explicó Marques.

Según explicó el investigador, el subfilo Medusozoa abarca cinco clases: Cubozoa, Scyphozoa, Staurozoa y Hydrozoa, aparte de la ahora incluida Myxozoa.

Las especies más venenosas pertenecen a la clase Cubozoa. Entre ellas se encuentra la Chiropsalmus quadrumanus, que llega a medir más de 10 centímetros de diámetro y a la cual puede hallársela en una extensión que va desde el litoral de Santa Catarina, en Brasil, hasta Carolina del Norte, en Estados Unidos. Varios científicos investigan actualmente si se trata efectivamente de una sola especie en toda esa longitud del Atlántico o si son a decir verdad varias especies morfológicamente similares.

"Las cubomedusas son bastante temidas, pues producen una toxina muy fuerte. Algunas especies causan cuadros severos de envenenamiento, e incluso pueden llegar a matar. Queda claro que no atacan a los seres humanos. Los encuentros con éstas suelen ser casuales", comentó Marques.

En tanto, entre las medusas de la clase Scyphozoa se encuentra la especie Chrysaora lactea, que es bastante abundante en el litoral brasileño y puede medir hasta 20 centímetros de diámetro.

"La toxina de ésta es relativamente tenue, pero causa un cierta molestia local. Hace algunos años, poblaciones gigantescas de esta especie se acercaron a la costa del estado Paraná y se registraron más de 30 mil casos de envenenamiento", dijo Marques.

Las especies de la clase Hydrozoa son las más abundantes del subfilo Medusozoa. Habitan en todo tipo de ambientes marinos y también de agua dulce. En el mar son más diversificadas y se caracterizan por tener dos fases de vida muy diferentes. Inicialmente viven como pólipos, organismos bentónicos sujetos a algas o rocas presentes en el fondo del océano. Posteriormente, por brote (reproducción asexual), producen una medusa (forma sexual), que se libera del pólipo, madura y pasa a nadar en la columna de agua. Un ejemplo de éstas es la Dipurena reesi, que en la fase de pólipo forma pequeñas colonias en conchas y algas.

"Son dos organismos completamente distintos, pero con el mismo genoma, y coexisten tanto en la forma bentónica como en la forma planctónica. Esto muestra la complejidad del ciclo de vida de estos animales", comentó Marques.

En tanto, la clase Staurozoa, descrita por primera vez por Marques en colaboración con el estadounidense Allen Collins (National Museum of Natural History, Smithsonian Institution) en 2004, es la única de Medusozoa con medusas fijas em el fondo del océano durante todo su ciclo de vida. Uno de los ejemplos es la Haliclystus antarcticus, que llega a medir cinco centímetros de altura.

"Estas especies viven principalmente en las regiones polares y subpolares, y rara vez aparecen en aguas más cálidas. Había una sola especie con poblaciones permanentes en Brasil, llamada Calvadosia corbini, en el litoral del estado de Espírito Santo, pero sus poblaciones pueden haberse extinguido luego de la rotura de la represa de desechos de minería de la ciudad de Mariana (en el estado de Minas Gerais), el año pasado", comentó el investigador.

En tanto, las aguavivas del filo Ctenophora forman un grupo que posee pocas especies, pero que tiene una gran importancia ecológica, según Marques. "Algunas de ellas, como la Mnemiopsis leidyi, son conocidas por ser invasoras en determinadas áreas marinas, donde llegan a formar poblaciones gigantescas que comprometen los ecosistemas nativos", dijo.

En total se identificaron en el estudio 958 morfotipos, y de éstos fueron 800 a nivel de especies por su morfología. Para cada una de las mismas hay información sobre el área de existencia, los registros anteriores realizados por otros investigadores -algunos hace más de 150 años- y también datos ecológicos tales como el tipo de hábitat, la profundidad en que se las encuentra o los sustratos a los cuales se sujetan durante la fase bentónica.

La recolección de datos se extendió desde las aguas ecuatoriales del Caribe colombiano hasta la región subpolar de Tierra del Fuego, en Argentina, pasando por la desembocadura del río Amazonas, toda la costa brasileña y toda la del Pacífico sudamericano.

Además de una extensa revisión de la literatura científica, los científicos también incluyeron datos de miles de especímenes depositados en museos de zoología y otras instituciones dedicadas a la preservación del conocimiento referente a organismos marinos.

"Buena parte de ese material había sido recolectada por los diversos autores del artículo, durante cruceros oceanográficos, por ejemplo. Concretamos el trabajo de recuperar esas colecciones, un material rico e importante que quedó a disposición, y el de estudiar cada una de las muestras. Muchos datos aún no habían sido publicados. Ahora tenemos una cantidad enorme de información organizada, que puede servir de base para diversas investigaciones futuras", sostuvo Marques.

Según el investigador, aparte de ayudar a comprender la evolución y el proceso de diversificación de estos animales, el conocimiento que generó esta investigación ayuda en la identificación de las regiones más importantes en lo que se refiere a la conservación.

"Como consecuencia de este trabajo, se lleva adelante un análisis de cuáles son las áreas con mayor riqueza de especies, mayor complejidad taxonómica [ que albergan especies de grupos muy diferentes entre sí], mayor cantidad de especies endémicas [que sólo existen en un determinado lugar] y con poblaciones aisladas. Aliado a una perspectiva geográfica, este conocimiento permite determinar qué regiones son prioritarias para la preservación, al menos de acuerdo con la información referente a los cnidarios", explicó Marques.

Según profesor del IB y director del Centro de Biología Marina (CEBIMar) de la USP, aún queda información que no se incluyó en el artículo, aparte de los nuevos datos que sigue generando el grupo de científicos, referentes a áreas poco exploradas de América del Sur. "Este censo está generando una vida propia, de alguna manera. Seguirá creciendo y los datos seguirán mejorándose y madurándose", sostuvo.

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