¿Por qué las personas que viven en la pobreza se ven afectadas de manera desproporcionada por enfermedades mentales? ¿Pueden las políticas que apuntan a mejorar el bienestar reducir la pobreza? En un artículo de Review, Matthew Ridley y sus colegas examinan la evidencia interdisciplinaria acumulada que demuestra una relación causal bidireccional entre la pobreza y las enfermedades mentales más comunes -la depresión y la ansiedad-, una consideración especialmente urgente durante la pandemia de COVID-19, según señalan los autores. De acuerdo con Ridley et al., comprender los mecanismos subyacentes a estos efectos causales es crucial para desarrollar políticas e intervenciones efectivas que tengan como objetivo mejorar el bienestar psicológico y reducir la pobreza. La investigación que aprovecha los experimentos económicos naturales y controlados que involucran a poblaciones de todo el mundo sugiere que las personas que viven en la pobreza a menudo se ven afectadas de manera desproporcionada por enfermedades mentales. De manera similar, las personas que padecen depresión y ansiedad tienen más probabilidades de enfrentarse a mayores retos económicos debido a la pérdida de empleo e ingresos, lo que conduce a la pobreza. Muchos de estos estudios también muestran que las intervenciones o los programas diseñados para mejorar la salud mental o la condición económica a menudo afectan positivamente a quienes padecen pobreza o enfermedad mental, respectivamente. Por poner un ejemplo, un estudio que ofreció un seguro médico en gran parte gratuito a beneficiarios de bajos ingresos en Oregón redujo la depresión en aproximadamente una cuarta parte en unos pocos meses. Los autores proponen y discuten varios mecanismos plausibles que pueden subyacer a la relación causal bidireccional -incluidas las preocupaciones y la incertidumbre que conlleva vivir en la pobreza- y los efectos de la pobreza en el desarrollo infantil. Argumentan que existe un sólido argumento económico para invertir en quienes padecen enfermedades mentales y pobreza, y señalan que tales esfuerzos pueden tener efectos intergeneracionales. De acuerdo con los autores, las crisis de salud pública, como la pandemia actual de COVID-19, tienden a afectar de manera especial a quienes viven en la pobreza. "La pandemia ha afectado de manera desproporcionada a los pobres y puede tener impactos adversos duraderos en su bienestar económico y mental", escriben Ridley et al. "Hace mucho tiempo que se necesitaba una inversión masiva en salud mental, incluso antes de la pandemia, y ahora se ha vuelto dramáticamente urgente".
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