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La variación del comportamiento de los perros rabiosos permite que la rabia canina persista con una baja prevalencia

Peer-Reviewed Publication

American Association for the Advancement of Science (AAAS)

La movilidad y el comportamiento de los perros rabiosos contribuye a que la dispersión y la circulación del virus de la rabia persistan a pesar de su baja prevalencia, según un nuevo estudio. Los hallazgos, basados en el seguimiento de la enfermedad mortal en una población de más de 50 000 perros a lo largo de más de una década, ofrecen nuevos conocimientos sobre los procesos que regulan la dinámica de la enfermedad endémica y los mecanismos que permiten que los patógenos persistan en las poblaciones a niveles bajos. La rabia, transmitida con mayor frecuencia a los humanos por los perros, es un virus zoonótico mortal responsable de decenas de miles de muertes cada año, especialmente en los países de ingresos bajos y medios, y que afecta sobre todo a los niños. Sin embargo, a pesar de su bajísimo índice de transmisión, y a pesar de los esfuerzos de control que incluyen el sacrificio de las poblaciones de perros y los programas de vacunación, la rabia canina sigue siendo endémica en toda África y Asia. La forma en que el virus persiste con una prevalencia tan baja, incluso en poblaciones de perros no vacunados, sigue siendo un misterio. Para entender la dinámica del virus, Rebecca Mancy y sus colegas rastrearon las transmisiones de rabia, las densidades de población, la incidencia de la enfermedad y las campañas de vacunación en una gran población de perros domésticos en Serengeti (Tanzania) desde 2002 hasta 2016. Utilizaron datos espaciales detallados para modelar la escala y la dinámica de la transmisión de la rabia. Según los hallazgos, los procesos que justifican la persistencia y la prevalencia de la rabia operan en escalas mucho más pequeñas que las que se suelen modelar para la enfermedad. Mancy et al. descubrieron que el comportamiento individual de los perros era un factor clave para modular la persistencia del virus. Aunque la prevalencia de la rabia nunca ha superado el 0,15 %, algunos perros infectados actúan como superpropagadores y viajan largas distancias, llevando nuevos linajes de rabia a las comunidades vecinas e iniciando nuevos brotes locales. Además, hay perros infectados que muerden a otros perros con más frecuencia, lo que propaga el virus más ampliamente antes de morir. Los autores sugieren que estos mecanismos probablemente también operan en otros patógenos que circulan en poblaciones espacialmente estructuradas. En un artículo de Perspective relacionado, Michael Antolin analiza con más detalle las conclusiones del estudio y sus implicaciones, destacando también los corolarios de los debates en torno a la persistencia endémica del SRAS-CoV-2.


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