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El uso de un modelo de «especies nunca vistas» para estimar las tasas de supervivencia de la literatura medieval descubre sorprendentes diferencias entre la persistencia de las obras en distintas lenguas

Peer-Reviewed Publication

American Association for the Advancement of Science (AAAS)

Para abordar el problema que afecta a los estudiosos de las culturas del pasado respecto a la forma en que se han perdido numerosos objetos que aportarían información sobre la diversidad cultural de una época, los investigadores tomaron prestado un modelo de «especies nunca vistas» de la ecología y lo utilizaron para estimar el tamaño de la población original de la literatura europea medieval y la naturaleza de las pérdidas que sufrieron estas obras culturales. Sus resultados revelan sorprendentes diferencias en cuanto a la conservación de estas obras en toda Europa, señalando las literaturas insulares como especialmente resistentes, y ponen de relieve la utilidad del innovador método de los autores para aplicaciones más amplias en las ciencias del patrimonio, desde las monedas antiguas hasta los pintores olvidados. Grandes cantidades de literatura que fueron un pilar de la cultura en la Europa medieval no han sobrevivido, debido a los incendios de las bibliotecas y a que la gente se deshizo de ellas o las recicló de forma creativa. En un caso famoso, como destacarán los autores en un vídeo que van a mostrar en la reunión anual de la AAAS, los restos de una novela romántica medieval se utilizaron para reforzar la mitra de un obispo. En consecuencia, los científicos no saben hasta qué punto la literatura que se conserva es representativa de la que existió en su día, un fenómeno conocido como sesgo de supervivencia, lo que significa que corren el riesgo de subestimar la diversidad de la producción cultural de las sociedades medievales.

En este caso, para dar cuenta del alcance original de la literatura medieval, Mike Kestemont y sus colegas aprovecharon la forma en que el sesgo de supervivencia se estudia también en la ecología, que aplica métodos estadísticos para lograr la corrección del sesgo. Kestemont y sus colegas aplicaron un conocido modelo de «especies nunca vistas» llamado Chao1, desarrollado por Anne Chao, una de las autoras de este estudio, para proporcionar estimaciones sólidas de cuántas especies es probable que los científicos hayan pasado por alto al realizar el recuento de campo. En su nueva investigación, Kestemont, Chao y sus colegas asumieron que las obras literarias podían tratarse como especies en ecología y que las copias de documentos manuscritos de obras individuales podían tratarse como avistamientos de una especie. Consideraron como «perdidas» las obras de las que ya no sobrevivía ninguna de las copias de los documentos que, en tiempos, las preservaron. Este enfoque les permitió estimar el tamaño de la población original de obras y de documentos, respectivamente, así como las pérdidas que sufrieron estos dominios culturales en seis lenguas vernáculas (neerlandés, francés, islandés, irlandés, inglés y alemán). Los autores señalan que algunas de sus observaciones no se habían detectado antes y desafían los supuestos existentes. Afirman que los 3648 documentos medievales en las seis lenguas vernáculas que aún se pueden observar hoy en día constituyen una muestra de una población que originalmente habría contado con 40 614 ejemplares, lo que se traduce en una tasa de supervivencia del 9 %. En lo que respecta a las obras, estiman que sobrevivieron alrededor del 68 %, aunque observaron una considerable variación intervernacular, como la relativamente escasa supervivencia de las obras inglesas (38,6 %). Además, para sorpresa de los autores, las obras de dos de las culturas más insulares, la islandesa y la irlandesa, estaban relativamente intactas, con tasas de supervivencia del 77,3 % y el 81 %, respectivamente. Los análisis adicionales revelaron algo sobre estas literaturas insulares que se ha pasado por alto en los debates históricos sobre la supervivencia de la literatura histórica; y es que tenían una mayor «uniformidad», o una distribución más uniforme de los ejemplares de una obra determinada, lo que ayudó a crear estabilidad frente a desastres como los incendios de bibliotecas. Los autores afirman que la uniformidad refleja una característica especial de las islas estudiada por los ecologistas: la riqueza de especies endémicas es mayor en las islas que en el continente. A diferencia de lo que los autores observaron en las obras islandesas e irlandesas, la literatura francesa medieval, a pesar de ser más amplia, presentaba una baja tasa de supervivencia de las obras, que los autores atribuyen a que muchas de sus obras eran poco abundantes (carecían de uniformidad), lo que las hacía más susceptibles de sufrir pérdidas inmateriales. Kestemont y su equipo afirman que, dado que el método Chao1 no es específico de la ecología, su enfoque abre una nueva vía para estudiar las culturas humanas del pasado. 


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