La evolución se asocia tradicionalmente a un proceso de incremento de la complejidad y ganancia de nuevos genes. Ahora bien, la explosión de la era genómica muestra que perder genes es un proceso mucho más frecuente en la evolución de las especies de lo que se pensaba y puede favorecer nuevas adaptaciones biológicas que faciliten la supervivencia de los seres vivos. Este motor evolutivo, que parece contraintuitivo —«menos es más», en términos genéticos—, nos revela ahora una sorprendente dimensión que responde al nuevo concepto evolutivo de «menos, pero más»; es decir, el fenómeno de las pérdidas masivas de genes que van seguidas de grandes expansiones a través de duplicaciones génicas.